Epilogo. ¿Construir la trascendencia?
El legado arquitectónico de Antonio Murillo Luque debe entenderse en función de la materialidad de sus principios de arquitectura en distintos temas. Su arquitectura refleja la evolución de un lenguaje, expresando forma y funcionalidad edilicia, cubriendo un amplio espectro de usos y actividades adaptadas a distintas regiones y usos, invitando a reflexionar sobre la trascendencia del ser humano, en terminos individuales y más colectivamente, la sustentabilidad de la especie humana.
Es que su obra y su legado solo pueden entenderse en función de su aporte al desafío colectivo de explorar el universo de la espiritualidad a través de objetos utilitarios, pero que al mismo tiempo trasciendan a la generación que los construyera. Si bien sus orígenes, ampliamente influido por la escuela clásica de la arquitectura, apuntó a la monumentalidad, a lo largo de sus sucesivas obras puede advertirse la búsqueda por simplificar las formas y transmitir un mensaje de trascendencia y eternidad que parta de la humildad, la sobriedad y la honestidad como valores esenciales del ser humano. No es casual que las iglesias que erigiera fueran “transparentes”, buscando explícitamente que los cultos desbordaran la esfera de lo privado extendiéndose a las calles y las plazas, donde la gente común transita agitada de un lado a otro, ignorantes de la divinidad que los rodea y el destino eterno de sus propias vidas. Como así tampoco es casual que sus escuelas, fabricas y viviendas tuvieran algo de sacro, un gesto y una expresión de que habitar no es solo residir, sino que aún en la cotidianidad existe un valor más trascendente, del cual la obra arquitectónica por erigirse como el recipiente de la existencia humana, individual y colectiva, necesita expresar en todo su dramatismo y sencillez.
Justamente, una de sus obras, la “iglesia transparente” le valdría el reconocimiento del Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires que la declararía patrimonio arquitectónico de la ciudad y la incluiría en sus recorridos turísticos. Link a iglesia transparente También otras iglesias como la de Morón, que se destacan por lo innovador de sus formas y los sentimientos que evocan, han merecido premios y distinciones, por sobre los cuales se destaca el reconocimiento permanente de las comunidades que las usan y los vecinos del barrio. Sus torres y urbanizaciones, a pesar de las múltiples transformaciones que sus habitantes han incorporado, notablemente siempre mantienen su “espíritu y sentido” original como testimonios elocuentes de su búsqueda de trascendencia. Desde sus obras realizadas en las zonas más destacadas del país, a los rincones más recónditos, puede apreciarse el mismo fervor por expresar artísticamente la trascendencia de construir. Cada obra es igualmente una metáfora del porvenir, un grito de esperanza ante una eternidad incierta, un anuncio sereno y austero de un futuro más justo y luminoso.
Este breve recorrido por su obra invita a reflexionar sobre sus distintos ribetes. Por una parte, su evolución estilística refleja un cambio de época muy notable, en el cual los saberes acumulados durante siglos en torno a los órdenes clásicos, frente a la modernidad se hicieron añicos y desaparecieron, solo volviendo a la vida en gestos y guiños sarcásticos. Ante este escenario, los principios de arquitectura desarrollados intentan navegar ese periodo histórico cambiante en el que se entrecruzan valores estéticos decimonónicos con desafíos éticos relacionados con la supervivencia misma de la humanidad sobre el planeta.
Para Murillo Luque, en cambio, esos ordenes clásicos simbolizan un puente entre los valores “absolutos” del pasado y la modernidad despojada de estilos, pero también carente de fantasía. Muchas anécdotas dan cuentan de su recurrente llamado como docente de diseño y construcciones en aprender de los ordenes clásicos “no para copiarlos tal cual, sino para extraer de ellos el sentido de armonía creado a lo largo de siglos” diría más de una vez a sus alumnos que intentaban seguir las modas que emanaba de distintas revistas y publicaciones. “El orden clásico transmite armonía que emana de sus leyes matemáticas de generación, al igual que el universo y todo lo creado”. Estas frases revelan al diletante musical, el hombre que quería dedicar su vida a componer y dirigir una orquesta, construyendo catedrales de arpegios y melodías que se erigen entre los mortales como torres y barrios donde las almas sensibles pueden elevarse gozosas para morar, aunque solo el instante de un arpegio.
Otro ribete muy importante de su obra, es la relación entre el diseño y la naturaleza de la cual extrae simbología e identidad, contexto y localismo. Habiendo vivido un tiempo de transición entre los ordenes clásicos, en principio inspirado en la naturaleza, y obviamente en la cultura, y las búsquedas más recientes de entender más racionalmente el mensaje de lo natural, próximo a la demanda de sustentabilidad en todo accionar humano, su obra oscila igualmente desde la devoción por el arte e ingenio técnico, en un extremo, a la denuncia social, en el otro extremo. Algunas de sus obras, como por ejemplo las viviendas con las cuales iniciara su carrera profesional en Córdoba, y las viviendas unifamiliares que realizara más recientemente en Buenos Aires, denota una búsqueda permanente de desentrañar de las culturas arcanas, las precolombinas, mayas centroamericanas, aztecas, así como las misteriosas culturas patagónicas y de Norteamérica; por momento las influencias muzárabes, mensajes trascendentes de preservación del medio ambiente y sustentabilidad. Es interesante como en un medio tan competitivo como el de la construcción de viviendas de renta, donde lo único que parece importar es maximizar la ganancia por metro cuadrado construido, se las arregló para producir giros estilísticos y mensajes reivindicatorio de culturas ancestrales apelando a la espiritualidad necesaria para proteger el ambiente. Las fachadas de muchas de sus viviendas se asemejan a templos, diría alguno de sus clientes, y es que precisamente esa ha sido la búsqueda de su oficio: Transmitir la sabiduría que proporciona la referencia a la trascendencia. No la trascendencia arrogante del que neciamente busca inmortalizar su memoria, sino como quien desea dejar el legado de una vida dedicada a descubrir el más allá, en la cotidianidad y en la nobleza de los materiales a su alcance.
Una faceta importante del arquitecto es su habilidad de enseñar. A sus alumnos en ECEA recurrentemente los instaba a aprender de la naturaleza, haciendo alusión a la enorme capacidad de los árboles y los pájaros para adaptarse a cambios climáticos permanentes y aún en medio de tal lucha diaria por su supervivencia cantar y producir arte tan sublime. ¿Qué maquinaria tan maravillosa es capaz de semejante milagro? ¿Qué estética resulta de semejante desafío de la física? Ciertamente esos paisajes verdosos, adaptados al medio reflejan tal armonía que cualquier proyecto arquitectónico no puede sino aprender e intentar imitar asumiendo las limitaciones humanas ante el genio infinito del creador. Flexibilidad y metamorfosis, otro de sus principios de diseño tanto de viviendas como industrias y urbanismo son mímesis directa del modo de proyectar con la naturaleza. ¡Miren las aves y los lirios del campo como tejen e hilan, ni aun con toda su gloria se vistieron como uno de ellos! Diría recurrentemente en sus clases parafraseando el texto bíblico en sus clases enseñando a sus alumnos verdades de diseño que abren ventanas a un mundo espiritual más trascendente.
Un recurso que a lo largo de su carrera fuera utilizado y refleja el carácter del Arquitecto es el uso de acuarelas en sus trabajos. Desde muy temprano esta técnica resultó altamente atractiva y de alguna manera compatible con los ideales proyectuales que sustentara, relacionados con la noción de transparencia, fantasía y simbiosis entre lo natural y lo construido. Sus perspectivas están cargadas de naturaleza, árboles plantas, flores, que enmarcan a sus construcciones como parte de un todo difícil de discriminar. Como uno de sus amigos y socios en algún momento dijera en una anécdota “Murillo te presenta una de sus acuarelas y te convence del proyecto que sea”. La anécdota transmite mucho de verdad, sus acuarelas tienen algo mágico, algo que apela a una fantasía irrefrenable que pronto se transforma en entusiasmo y determinación para llevar adelante la obra que parece activarse ante su contemplación. Afortunadamente muchas de sus perspectivas pasaron del lienzo a la realidad con pocos cambios, muchas otras fueron cambiadas significativamente dando lugar a verdaderas batallas que el arquitecto en persona emprendiera con sus más ilustres clientes, otras jamás serían materializadas, sin embargo sirvieron de influencia e inspiración a sus espectadores tanto o inclusive más que las obras construidas. La técnica de dibujo utilizada trasunta eclecticismo y ritmo propio de planteos proyectuales que buscan expresar los valores de la trascendencia materializada en funciones, usos y morfologías. Esta tarea de satisfacer las necesidades espirituales de sectores pudientes y populares condujo en sus planteamientos arquitectónicos a equilibrar industrialización y artesanado contextualizando sus trabajos en función de las condicionantes especificas de lo local. Sus principios proyectuales en ningún momento pretendieron dar respuestas universales a los problemas que sus diseños procuraban resolver, al contrario puede reconocerse en su obra un afán por responder con soluciones “a medida” de cada proyecto. De hecho, uno de sus orgullos al que frecuentemente se refiere es “nunca haber repetido un diseño utilizado en una obra anterior”.
Más allá de los logros detrás de cada obra, expresada en personas, grupos y comunidades usuarias de sus edificios y del mensaje que los mismos transmiten, el legado, quizás más importante que las mismas trasuntan es precisamente la noción de eternidad que evocan. Sus edificios, más ostentosos o más humildes, invitan a usuarios y habitantes a mirar más allá de sus propias experiencias de visitar o habitar, a través del uso de transparencias, atectonicidad, armonía cromática y de texturas, así como simbología e identidad. Estos recursos estilísticos tan propios fueron usados guardando siempre una distancia reflexiva y abierta al eclecticismo y ritmo en la composición de volúmenes y fachadas, así como flexibilidad en los usos proyectados y metamorfosis que induzca a pensar que aún actividades cotidianas y supuestamente intrascendente, en tanto implican el paso del tiempo son merecedores de espacios proyectados como insinuaciones de una eternidad a descubrir.
Al momento de escribir estas líneas Murillo Luque acaba de cumplir sus 101 años, continuando en actividad, y trabajando animosamente tanto en nuevos proyectos, como en la escritura de diversos libros. Notablemente, a pesar de su vasta trayectoria nunca escribió libros de Arquitectura, sino literatura de tipo biográfica, Su primer libro fue publicado en 1977 con el titulo “La Sombra del Seminario”5 y cuenta la vida de su padre. Un segundo libro, todavía en elaboración se titula “Enséñame, Edgard” y relata la historia de su hijo mayor, Edgardo, quien constituye uno de los misterios más profundos de su vida, al presentar capacidades diferentes, las cuales lo llevaran a replantear su actividad profesional, dejando de lado su actividad empresaria para dedicarse de lleno al desarrollo de proyectos de índole social. Sin duda, la vocación por escribir ambas historias, objeto de su pluma, indican su vocación de puente entre dos generaciones, presentando los desafíos, angustias y tragedias existenciales, las cuales en su literatura conducen desde la vorágine del devenir de ambas vidas, a la promesa de un futuro eterno feliz y lleno de sentido. Estas dos historias sin dudan marcarían con rasgos indelebles la naturaleza de su obra, entre la tragedia del vivir a la excitación de la promesa del porvenir.
La trayectoria de Murillo Luque da cuenta de sus búsquedas personales, incursionando por distintos campos, pero también refleja la búsqueda de la sociedad argentina por trascender más allá de los avatares cotidianos de la vida. De un pujante joven en Córdoba, a un experimentado funcionario público en Corrientes, un urbanizador y constructor de torres, fábricas y comercios asociado a un poderoso grupo empresario en Buenos Aires, su trayectoria profesional se tropezaría con una misión inesperada: Llevar educación y fe a las fronteras olvidadas del país. Así se convirtió en proyectista de innumerables iglesias y escuelas rurales en las que dejó el ruido urbano para experimentar la quietud y sabiduría de las geografías y culturas de los cuatro puntos cardinales de nuestro rincón en el mundo. A lo largo de su camino encontró compañeros de ruta que estimularon su sentido artístico de la vida y su compromiso por el prójimo. Algunos de ellos han sido mencionados en este libro, muchos no. Pero ciertamente todos contribuyeron a moldear el arquetipo de la bondad, humildad, nobleza, fuerza espiritual y trascendencia que el descubrimiento de la verdad del evangelio reveló en su vida, inspirando su búsqueda incansable de la verdad. Muerte y resurrección han sido objeto de monumentos arquitectónicos desde los orígenes de la historia humana, y ciertamente para Antonio han sido enigmas que incentivaron su incursión en el mundo del arte y la técnica para materializar con su imaginación materializadas en sus obras evidencias del camino que conduce a la eternidad.
Un frío invierno de 2020, en el medio de la primer pandemia del siglo XXI el anciano arquitecto mira por su ventana los confiados pájaros que cantan animados mientras construyen su nido en la parte más alta del pino de su patio. Se sonríe con nostalgia recordando aquellos compañeros que al igual que esos esmerados pájaros construyen y cantan confiados en que nada les faltará. Veterano de múltiples crisis, experimentado en extraer del sufrimiento el aprendizaje necesario para ver “más allá”, mira el horizonte en el que desfilan como en un sueño, tantas obras con gestos a veces dramáticos, otras veces cariñosos y tiernos, que como una palmada en el hombro invitan al pueblo a vivir con sabiduría. Ladrillo sobre ladrillo, viga sobre columna y artesonado de madera sobre acrílicos y maderas, las viejas técnicas constructivas vuelven a irradiar en nuestro mundo industrializado destellos arcanos de la deidad en la intimidad de la experiencia personal del habitar y en el tráfago colectivo de los espacios públicos. Y así ya en un siglo paradójico de avances tecnológicos y pandemias, la búsqueda de trascendencia humana expresada a través de la arquitectura escribe un nuevo capítulo.
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