Capitulo 8. El pionero constructor de escuelas

Una mañana Murillo Luque se encontraba en el piso doce de una torre que estaba construyendo, cuando un peón subió para comunicarle que un señor llamado Bongarrá, pastor Evangélico, deseaba hablar con él. Algo molesto por la incomodidad de tener que bajar los doce pisos y luego subirlos nuevamente, pensó en negar la entrevista. Pero nunca imaginaría que aquella entrevista en una simple casilla de un obrador, daría origen a una relación que solo Dios dispuso poner en su camino, y que cambiaría su destino de emprendedor inmobiliario para siempre. Ya no se interesaría más por volcar su capacidad de diseño en grandes obras erigidas en barrios elegantes de la ciudad, sino que volvería a sus orígenes de procurar proyectar para ayudar al prójimo y al hacerlo, trascender incursionando en nuevas geografías de territorios y relaciones humanas que no conocía. 

Luego de aquella primera entrevista, se sucedieron otras en las que fue descubriendo en este hombre una verdadera pasión por los niños, sus padres y el futuro de las familias, pues había identificado como una verdadera oportunidad una manzana de terreno, propiedad del ferrocarril en el barrio de Villa Real que hacía años que había dejado de funcionar.

Bongarrá había puesto sus ojos sobre dicha manzana, una hectárea, para ser ocupada con una futura escuela con capacidad para dos mil alumnos en terrenos que perteneciendo al Ferrocarril cuya venta debía ser abonada por el Gobierno Nacional y aprobado por el Congreso Nacional. La propuesta era pues construir una escuela y un templo en el corazón del barrio de Villa Real, en la capital federal, sobre un terreno donado por el Gobierno Nacional, con fondos provenientes de colectas de los miembros de la Iglesia. Para el arquitecto, para entonces, ya avezado en temas de inversión inmobiliaria, el proyecto era demasiado audaz, ya que apuntaba a un establecimiento de alta complejidad por sus diversas funciones, pero mínimo presupuesto.

Así fue como surgió el proyecto educativo que cambiaría la dirección de su carrera: La Escuela Cristiana Evangélica Argentina (ECEA). Esa escuela fue parte de un conjunto educativo en una manzana compartida con el templo evangélico y un complejo deportivo. La escuela se extiende con una tira de aulas en tres niveles, presentando una amplia fachada que enfatiza el sentido de horizontalidad, conformando un bloque en el que las aulas se suceden a lo largo de un ancho corredor, volcándose una fila hacia la calle y, la otra hacia un patio interior. Hacia la esquina, una enorme explanada genera un espacio de transición, ubicando un mástil y banderas, donde se llevan a cabo diversas actividades festivas vinculadas al barrio, y actividades propias de la escuela usando también el patio interior. Ambos espacios se encuentran solamente separados por una marquesina y una reja, permitiendo una fluida relación entre ambos volúmenes. De hecho, la escuela permite grandes eventos en los cuales la sumatoria del patio, la explanada pública y el área de la iglesia, dan por resultado una superficie útil que alberga tanto alumnos como visitantes. La escuela cuenta asimismo con un sótano donde se ubican laboratorios y talleres con ventanas a la calle, generando una enorme infraestructura edilicia que permite el desarrollo de actividades con público masivo o el desarrollo simultáneo de múltiples actividades en grupos de entre veinte y cincuenta personas sentadas. El diseño del conjunto articula volúmenes horizontales que se entrelazan entre sí creando patios y espacios abiertos y semipúblicos, generando diversas perspectivas de gran riqueza espacial. Siguiendo sus principios de diseños en esta obra los espacios semipúblicos sirven de nexos que vinculan los espacios privados en el que el espacio público se filtra a través de una serie de tamices de transparencias que van creando un degrade de texturas, colores y volumetrías. Vinculo a ECEA  Historia ECEA

La adopción de un partido arquitectónico resuelto en la forma de pabellones en tres niveles genera una fachada principal de la escuela que comunica sobriedad y solidez con un ritmo de distribución de ventanales que alterna con la distribución de columnas y vigas (figura 22). Esta obra le daría gran prestigio por su popularidad, ya que su enorme superficie alberga múltiples actividades que reflejan claramente sus postulados de diseño flexible y multifuncional en la concepción de sus espacios. A su vez, la estética del conjunto apela a un ritmo de llenos y vacíos en la composición de la fachada, que alterna entre recursos industrializados, tales como los enormes ventanales de acero, con el revoque de los paños ciegos realizados con una técnica artesanal que le otorga un carácter único. Una vez más apela en esta obra al uso de amplias cenefas para rematar la composición del conjunto, pero remarcando las vigas de cada piso de modo de acentuar el sentido de horizontalidad del conjunto. El partido fue resuelto con un sótano que alberga diversas actividades de apoyo al funcionamiento de la escuela, incluyendo laboratorios, micro-cines, archivos y depósitos. Las ventanas del sótano aparecen en la planta baja definiendo un fundamento que eleva el funcionamiento del edificio medio nivel sobre el terreno. La integración del bloque edilicio de la escuela, con el patio cubierto con un acceso desde la explanada que articula además con la iglesia, contribuye un espacio urbano multifuncional de calidad.

La construcción de ECEA solidificaría la relación del arquitecto con la obra de don José Bongarrá, quien se transformaría en uno de sus mejores amigos y con quien compartiría visiones y proyectos durante las décadas posteriores. 

Muchos de estos proyectos surgieron de conversaciones entre ambos respecto a las necesidades del país, materiales y espirituales y la forma de implementación a través de ideas que integran enfoques de desarrollo a través de la educación con partidos arquitectónicos que, como semillas, llevaban consigo el potencial de germinar y multiplicarse en transformaciones sociales profundas en lugares apartados a lo largo de la enorme geografía de la Argentina.

La colocación de la piedra fundamental refleja un momento importante de compromiso del arquitecto. Compromiso que lo llevaría a seguir colaborando con las iniciativas de Bongarrá en distintas regiones del país. La visión consistía en el enlace de las iglesias con la educación. La fórmula era sencilla: Cada iglesia debería tener una escuela al lado. No sería solamente el arquitecto de esta obra, sino que se transformaría también en docente y ejecutor de un ambicioso proyecto pedagógico nacional que involucraría acciones en Buenos Aires y en el interior de la Argentina. Estas escuelas fueron diseñadas con un enfoque multifuncional: No solo cubrían el programa de necesidades esenciales de una escuela, tales como aulas, administración y servicios, sino que además incluían actividades tales como extensión comunitaria, talleres de capacitación para distintos grupos sociales y etarios, como así mismo, incubadora de microempresas para ex alumnos que desean poner en práctica los conocimientos adquiridos iniciando una actividad que les permita generar sus propios ingresos. Estos diseños reproducen esquemas arquitectónicos que van variando en función de las mismas reglas, utilizando estructuras modulares e independientes que les permite diferenciar claramente funciones y actividades.

Aquel “sueño imposible” de Bongarrá, fue solo realidad pues luego de un año de gestiones y construcción, se habrían las puertas de una imponente escuela. Su vida como profesional, a partir de entonces, fue variando hacia cuestiones más sociales como espirituales, tales como proyectos de vivienda social, iglesias y escuelas rurales en áreas de frontera para niños privados de acceder a la educación primaria y albergues a no menor distancia de cuarenta kilómetros. Esta nueva experiencia tuvo su origen cuando una mañana de crudo invierno se encontraba en la provincia de Chubut, casi en la cima de una montaña, visitando a la viuda del cacique Yankakeo y sus cinco nietitos. Allí se enteró que esas criaturas apenas conocían el pan, mientras en cualquiera ciudad otros niños estaban hartos de comer tortas. ¡Que paradoja! Los dueños originales de la tierra viven confinados a regiones remotas, simplemente sobreviviendo. Y solo ese reconocimiento de una realidad dolorosa, fue suficiente para iniciar juntos una gran aventura: Construir cinco escuelas rurales de dos mil metros cuadrados en áreas de frontera, gratuitas por tres años de estudios con título de Escuela Primaria Básica.

Cinco escuelas rurales fueron construidas en tiempo récord y aun luego de los años transcurridos, y recordando con todos los actores, cada uno con sus experiencias, no se puede menos que reconocer que Dios abrió sus manos para guardar con ellas sus vidas, luego de haber caído a tierra con un helicóptero, luego con un avión sobre una montaña mientras en la provincia del Neuquén una mañana de nieve, un choque contra un camión cisterna en la ruta hacia Mendoza, quedando la camioneta en que viajaban hecha pedazos y los tres pasajeros, solo con unos rasguños mientras el camión escapaba y ellos caminaban buscando el auxilio de la policía hasta que amaneciera. Por último y para cerrar estos recuerdos, el ultimo, pero poco conocido “atravesar por el ojo de un tornado con un avión de dos motores y cuatro personas, a bordo”, sufriendo los horrores de transitar el túnel más negro con una oscuridad absoluta con el crujir de todo el fuselaje que amenazaba con destruirse en cualquier momento. Estas aventuras aéreas culminaron encontrándose en tierra firme, jamás olvidando auxilio divino, sellando un pacto de amistad que se extendió con la familia Bongarrá por décadas, aun hasta hoy. Las cinco escuelas rurales, quedaron terminadas y colmadas de niños felices, cumpliendo con su ciclo de aprendizaje primario aguardando el secundario, lo cual ocurriría algunas décadas más adelante, con nuevas escuelas. Link a homenaje CCRE

La educación ha sido un campo de actuación muy importante en la carrera de Murillo. Ya desde su experiencia en Corrientes, en donde tuviera a su cargo la realización de varios tipos de edificios públicos, muchos de ellos escuelas, y habiendo sido él mismo docente en la escuela de cadetes del Liceo Militar Argentino en Córdoba y luego docente en escuelas técnicas en Buenos Aires, la educación sería una actividad que lo acompañaría toda su vida. Su propia filosofía de vida lo llevaba a pensar que toda obra de arquitectura era esencialmente una obra docente: Comunicar, enseñar ideas fundamentales sobre la vida y la muerte, una metáfora imaginativa para ilustrar verdades que no están al alcance de la mano de los mortales.

En muchas de sus clases, repetidamente señalaba que esta virtud docente de la arquitectura para con la sociedad, tenía que ver también con la capacidad de los arquitectos de reconocer en la creación, leyes superiores, esenciales del diseño. Siempre hablaba de las enseñanzas que proporciona los ciclos de la naturaleza componiendo paisajes asombrosos a partir del persistente fluir de cursos de agua creando ecosistemas únicos que albergan especies arbóreas que se complementan entre si reproducen escalas cromáticas de una armonía excelsa, variedad de texturas, desde la rustica roca a la delicada filigrana de vegetales, coronado por el trinar de pájaros que volando de rama en rama completan una escena única y maravillosa: El diseño de la creación. Este reconocimiento y embelesamiento con las virtudes de la naturaleza le sirvió como parámetro para juzgar la arquitectura. Lejos de las modas y giros proyectuales, propios de las revistas de época, su reflexión entre la “buena y mala” arquitectura tuvo que ver con en qué medida las edificaciones reflejan enseñanzas de la creación o del ingenio humano, las cuales a su vez no hacen sino proveer indicaciones sobre el mundo espiritual superior que rodea al ser humano que, justamente por su carácter etéreo resulta generalmente vedado y que demanda su descubrimiento. El diseño de sus escuelas surgió, así como verdaderas oportunidades para replantear la concepción misma de la naturaleza de la enseñanza, materializada en distintos tipos de edificios.
Las escuelas construidas en Buenos Aires perfilan un estilo arquitectónico particular, en los que apertura, transparencia, y funcionalidad surgen como sus rasgos más sustantivos. La escuela en Zárate (figura 24) fue diseñada a partir de un elemento adicional: Solidez. Este fue un requisito expresamente indicado por el comitente que quería que el edificio transmitiera una imagen de sobriedad que diera confianza a los padres y estudiantes en la institución escuela a la cual confiaran la educación de sus vástagos. Esto fue logrado a partir de un partido también en pabellones, pero organizados en forma de “L”, en el medio de un gran parque. El proyecto enfatiza la perspectiva de un volumen articulado por la esquina, vinculando dos pabellones.

Uno de ellos a través del uso de parasoles, creando la imagen de una estructura sólida y articulada. El otro pabellón repite el esquema de ventanales y paños ciegos con cenefas que crean una volumetría que transmite sobriedad institucional. Semejante al partido adoptado en la Escuela Evangélica en Villa Real, en este caso apeló nuevamente a la definición de espacios semipúblicos vinculando los públicos y los privados en una secuencia de áreas que invitan al transeúnte a visitar la institución. También el recurso de armonía cromática y texturas sirve para fundamentar la construcción de simbología y una fuerte identidad relacionada con la solidez del volumen. El ritmo de los ventanales de las aulas y el intercolumnio sirve para trabajar la fachada del edificio. Flexibilidad de los espacios interiores permite un uso inteligente de espacios de corredores que son aprovechados como ampliación natural de las aulas.


El diseño de un centro educativo en Betania, en el área metropolitana de Buenos Aires, completa la serie de proyectos que buscan a través de distintas formas expresar la función pedagógica apelando a la monumentalidad y simbología como medios para estimular el aprendizaje. En este caso, se apela a una forma de pirámide truncada, enfatizada en su horizontalidad por grandes planos de terrazas y cenefas exageradas que aluden, en forma de tributo, a la arquitectura precolombina. Aunque este proyecto nunca se llegó a concretar, y si se realizó en cambio una versión más tradicional del mismo, la idea de la pirámide truncada reelaborada a partir de grandes planos horizontales será recurrente en muchas de sus obras posteriores. 


En esta búsqueda puede reconocerse el deseo de desentrañar de la creación y de las formas geométricas más pura, alusiones que introduzcan a los estudiantes a las formas legadas por diversas culturas. La fascinación con las morfologías precolombinas tiene que ver con el mensaje que las mismas entrañan: La reflexión profunda en torno a la deidad, la humanidad y el drama de la existencia humana. Como en otras obras, pero especialmente en esta, los recursos de la transparencia y la atectonicidad combinadas invitan a valorar el legado estilístico precolombino. También desentraña el misterio de las pirámides para revelarlo a alumnos y transeúntes de la escuela que pueden ver su interior sin molestar a la función primordial de enseñar. También los espacios interiores tienden a fluir hacia el exterior transformando las terrazas en expansiones de las aulas, y a su vez, espacios de juego entre ellas.

Una de sus últimas obras, la escuela del lago, en Villa Pehuenia, vuelve a búsquedas formales, materializando una forma piramidal, estructurada en distintos volúmenes que rematan en un espacio con forma de pirámide truncada, aludiendo una vez más a la arquitectura precolombina. Se agrega además en esta obra el principio de localismo y regionalismo ya que la misma se encuentra implantada en la cima de una colina con una imponente vista del lago Aluminé, en la Patagonia Argentina, que le proporciona una enorme fuerza estética como hito de edificio público inserto en su entorno natural. El paisaje de montañas y caminos zigzagueantes crea la escenografía ideal para la representación de un edificio cuya expresión dramática enseña elocuentes lecciones de arquitectura que se sensibiliza con la historia y la geografía de la región, reinterpretando a partir de ellos los principios de la modernidad. El principio de transición entre el contexto natural y lo público y lo privado se encuentra enfatizado por importantes zonas semi-públicas que invitan a los estudiantes y docentes a encontrarse en distintos espacios de interacción, estructurados y semiestructurados. También localismo y desarrollo se encuentran presentes en la forma en que el complejo edilicio trata de implantar un hito en el espacio regional que sirva de nodo desde el cual impulsar procesos de desarrollo de la zona.

El proyecto de una escuela para albergar múltiples funciones en la ciudad de Viedma, en el marco del plan para el traslado de la capital de Argentina, Link traslado de la capital a Viedma incursiona en nuevas búsquedas formales. La propia composición del partido del proyecto, con dos pabellones que convergen en una cúpula con forma cónica, genera una fuerte dirección visual que enfatiza el acceso principal, creando múltiples perspectivas. La planta baja, enlaza ambos pabellones de aulas con un espacio de usos múltiples, pensado potencialmente para extenderse en derredor, rematando en una amplia biblioteca. El tratamiento de las fachadas vidriadas en la forma de muros-cortinas (“curtain wall”) suma un componente adicional de innovación, al pensarlo como muro de captación de energía solar durante el día (muro Trombe), tan necesario en localidades patagónicas, protegido con parasoles y cortinas durante la noche para evitar la pérdida de energía y radiación al interior de la energía acumulada.

El juego de volúmenes horizontales, grandes explanadas pensadas para actos públicos, expansión de las actividades en el interior del edificio, vuelve a plantear el concepto de escuela que trasciende la visión tradicional generando a través de múltiples espacios públicos, la participación e involucramiento de la ciudadanía. A los principios de arquitectura utilizados normalmente se suman en esta obra el juego de las volumetrías procurando acentuar su monumentalidad, en buena parte explicable por el tributo que el edificio intentaba ofrecer al traslado de la capital de Argentina a Viedma1. Una vez más simbología e identidad jugaban papeles fundamentales en la adopción de partidos arquitectónicos, implantación en el terreno, estimulando perspectivas muy dirigidas a enfatizar espacios jerárquicos rodeados con una gran fluidez de espacios semipúblicos. La enorme cúpula de cono truncado “flotando” sobre una planta baja vidriada responde a un sello personal impuesto por Murillo Luque haciendo de la atectonicidad un tema recurrente. Se suma a este gesto de la obra el ritmo de los grandes ventanales que funcionando como curtain walls conforman volumetrías que simulan intercolumnios cuyo ritmo genera la sensación de una filigrana que se va desplegando ante el observador externo imponiendo un ritmo de lectura de la fachada que parece agrandarse y simultáneamente elevarse por el efecto óptico de la perspectiva a medida que se aproxima hacia el remate del edificio de cono truncado.


El aporte de sus múltiples escuelas al diseño escolar puede resumirse en tres grandes rasgos: Resolución del diseño de aulas en la forma de pabellones articulados entre sí, recreando una serie de espacios privados, patios y expansiones con diversas funciones y lugares semi-públicos que funcionan como interfaz entre la escuela propiamente dicha y la extensión comunitaria. Estos espacios fueron diseñados con una clara conciencia de aprovechamiento de los recursos climáticos como la iluminación natural, el asoleamiento y la ventilación, posibilitando que tanto espacios exteriores como interiores cuenten con una gran calidad espacial y racionalización de los recursos energéticos. Estas características en el caso de edificios escolares es un rasgo fundamental para su sustentabilidad. Una vez más el delicado balance entre transparencias y volúmenes sólidos, crean espacios diversos y flexibles, adaptados tanto a la quietud del estudio, como al jolgorio del encuentro estudiantil. La apelación recurrente a morfologías que alude a la historia y a la geografía, generan un sentido de identidad y analogía, absolutamente necesario para la enseñanza de una verdad trascendente, intangible, que quienes se internan por sus aulas son invitados a descubrir, conteniendo sus estructuras edilicias pistas y señales que estimulan su imaginación y fantasía.

No es casual que trabajar en climas y sociedades en los extremos, en las fronteras donde realmente pocos arquitectos construyen, haya sido un atractivo e inspiración muy grande para su obra. Ya no alcanzaba con el exotismo de Corrientes, o el llamado a extender horizontal y verticalmente la gran metrópoli de Buenos Aires. Ahora se trataba de un tercer llamado: Construir en las fronteras de la Argentina, centros comunitarios rurales con el objetivo que las poblaciones de estas regiones remotas no solo accedan a una mejor educación que les permita progresar materialmente, sino y sobre todas las cosas, que conozcan verdades más profundas. La frase de Bongarrá repetida varias veces: “acá, (en Buenos Aires), la gente está cansada de tortas y allá (en las áreas de frontera) no conocen el pan”, refiriéndose a la educación lo impresionaría significativamente y lo impulsaría a buscar construir en donde no se conocía el pan. En forma análoga sentía la necesidad de construir en zonas vírgenes, donde el paisaje natural se impone sobre cualquier otra forma creada por los seres humanos. Construir en zonas donde las comunidades originarias, por ejemplo, solo se habían atrevido erigir sus precarias viviendas, lo consideraba un privilegio único, altamente estimulante desde el punto de vista proyectual, moral y ético, mucho más que construir en una zona cara de Buenos Aires. Atrás iba quedando el profesional mimado de los círculos sociales de la pujante Buenos Aires, siempre estudiando nuevos proyectos donde a través del arte y el diseño lograr además maximizar la renta inmobiliaria. Esta decisión de dejar de construir para el orbe y elegir la quietud de las regiones postergadas fue paulatina pero segura, disparada por un conjunto de factores personales, tal como el hallazgo del síndrome de autismo de su hijo mayor cuando contaba con cinco años, pero también y por sobre todas las cosas, un fuerte llamado a encauzar sus energías profesionales en pos de construir esperanza en la eternidad.

Los años como Director de Obra Pública de la provincia de Corrientes habían motivado el deseo de ayudar construyendo en áreas marginadas del país. La reflexión de Bongarrá no caería en oídos sordos, sino que provocaría un verdadero llamado a recuperar sueños del pasado: El “desarrollo” de regiones postergadas de Argentina Link a video sobre la obra de don Jose Bongarrá. En pleno periodo desarrollista, aquella palabra “desarrollo” evocaba casi mágicamente muchísimos significados superpuestos. Se refería no solamente al progreso económico, mejores empleos e ingresos, más educación y capacitación, equidad, superación de la marginalidad de tanta gente, sino que también aludía a una verdadera superación espiritual, una revolución de justicia y felicidad para todos, pero en especial para los más débiles. Volvía a escuchar como un susurro en sus oídos, las enseñanzas de su padre, el ex sacerdote devenido en humilde pastor de pobres y trabajadores, parafraseando al propio Señor de Señores: “No te olvides de los pobres”

Se trataba de una gesta que lo llevaría hacia los confines de la Nación para, sembrar allí la preciosa semilla. Esta gesta lo enfrentaría a situaciones traumáticas como accidentes automovilísticos y una caída con un avión, en plena cordillera de los Andes. 
Esta empresa marcaría un hito en su vida, reconociendo esa fecha como “un nuevo nacimiento”. Claro que también habría muchos momentos reconfortantes de tantas penurias, como el contacto y relación estrecha con comunidades originarias, aprendiendo de ellos su sabiduría ancestral reflejada en sus diseños y estilos de vida sencillos, interiorizándose de su reclamo histórico por respeto y dignidad. Una vez más tendría que asistir estoicamente a la impotencia de gobiernos provinciales más preocupados por mantenerse en el poder, que por cambiar la historia de su gente. Pero más allá de todo, la experiencia serviría para moldear su estilo arquitectónico, entendiendo que la gesta en pro de ayudar a los más necesitados en los lugares más apartados demanda mucho más que buenas intenciones necesita de estrategias en distintas escalas y con distintos actores, decididos a sobrepasar sus propias fronteras de instituciones filantrópicas y comunidades, para internarse en los laberintos de los intereses económicos, altruismo y necesidades sociales que definen el fundamento de sus propuestas de desarrollo regional plasmadas años después en sus planes y propuestas de concursos.

La idea de los centros comunitarios rurales fue proveer de una escuela-albergue donde los niños de regiones postergadas pudieran acceder a educación en forma integral, apartándolos del trabajo abusivo en el que solían (y dolorosamente aun todavía suelen) encontrarse, formándolos en artes y oficios que les permita ganarse un sustento en mejores condiciones en el mercado local y regional, pero también que permita satisfacer su vocación desarrollándose profesionalmente. El partido de estos centros comunitarios consistía sencillamente en pabellones relacionados entre si por galerías de circulación donde funcionan aulas articuladas con dormitorios para distintos sexos. La posibilidad de ampliación y crecimiento estaba prevista desde su origen y como en otras obras, marcó un rasgo muy propio de la identidad de sus proyectos. Una publicación de la época da cuenta de estas estrategias de diseño, flexibilidad y adaptabilidad a la rigurosidad del clima y vulnerabilidad de las comunidades de una de las escuelas construidas en este periodo implantada en plena cordillera de los Andes. 

El fuerte partido en “X” adoptado estructura la implantación en el terreno delimitando cuatro zonas semipúblicas claramente diferenciadas y vinculadas entre si a partir de un espacio central que funciona como comedor comunitario. El techo con tan significativa pendiente para asegurar el desplazamiento de la nieve parece flotar sobre sus muros gracias al uso de cenefas por encima de los muros y carpinterías proporcionando luz natural y ventilación mínima, reduciendo la superficie de ventanas y aprovechando al máximo la inercia térmica de los muros de piedra para reducir pérdidas de calor. 

El conjunto se encuentra así ampliamente adaptado al clima y la geografía exterior, con el que parece mimetizarse y del cual extrae sus formas básicas a las que incorpora recursos estilísticos tales como la atectonicidad que le imprime un fuerte carácter de identidad. Una vez más el eclecticismo de la obra se explica en buena medida por la adopción de materiales de la zona e incorporación de elementos semi-industrializados como carpinterías prefabricadas, ensambladas a pie de obra. La dificultad para acceder a la zona, por lo recóndito dentro de la cordillera y la escasez de mano de obra calificada en la zona obligó a adoptar técnicas constructivas muy sencillas que incluyó entrenamiento de operarios e improvisación en el uso de recursos estéticos tales como revoques y terminaciones pensados en función de la disponibilidad de materiales de la zona, tales como la lava volcánica y conocimientos de los operarios de las inmediaciones. El concepto de desarrollo local fue aplicado a partir del entrenamiento y enseñanza en técnicas de construcción por parte de padres de niños internados en la escuela rural.

El plan maestro pergeñado con Bongarra era construir centros comunitarios con internado para que los alumnos de regiones remotas pudieran tomar clases y pernoctar al mismo tiempo, evitando de esa manera sus costosos y en ciertas épocas también, peligrosos traslados desde sus viviendas a la escuela. Además, tomando en cuenta las características de pobreza estructural de las zonas donde se emplazan los centros, la provisión de albergue y alimentos en la forma de becas a los alumnos, funcionó como el principal incentivo para que los niños y jóvenes de la zona pudieran acceder a una educación básica, complementada con la enseñanza de oficios que les permitiera mejorar sus condiciones de acceso a fuentes de empleo en sus zonas de origen, evitando de esta manera la necesidad de migrar, con todas sus consecuencias negativas para ellos y su región. La visión era construir 20 centros que servirían de “cabecera de playa” para adentrarse en estas zonas inhóspitas y difíciles. De esta manera se planteaba una estrategia de traer los servicios sociales básicos con los estándandares y calidades propias de la ciudad al campo y de este modo revertir el fenómeno de drenaje demográfico hacia las grandes ciudades que en toda América Latina, pero especialmente en la Argentina, condujo a la tragedia de la macrocefalia metropolitana, siendo la región metropolitana de Buenos Aires con sus doce millones de habitantes asiento de más de un cuarto de la población nacional. Y si se cuenta además el área metropolitana de Rosario puede decirse que la mitad del país vive en una superficie pequeña de territorio con respecto a todo el país. Así un país dotado con todos los climas, suelos altamente fértiles termina reduciendo al hacinamiento y la precariedad a la mayoría de sus hijos que aunque nacieran libres en algún rincón de la república, tarde o temprano terminan forzados a migrar a vivir en asentamientos informales renunciando a derechos fundamentales como ciudadanos de su país, tales como salud y educación. La pasión por revertir esta situación injusta lo empujo a abrazar con pasión la causa del desarrollo regional.

A lo largo de menos de una década se construirían 5 centros en distintas provincias. Cada uno de los diseños procuró incorporar variables climáticas y materiales apropiados para cada región, de modo de minimizar la dependencia de materiales trasladados de otras zonas. Si se estudia el programa integral desde las perspectivas del localismo y el regionalismo, se lo podría encuadrar como una intervención claramente dirigida al desarrollo sustentable, aunque no se lo llamaba así por aquel entonces. Sumando el enfoque bioambiental que perseguía la eficiencia energética de los edificios y su enorme impronta social en termino de promover las comunidades más vulnerables, puede entenderse que las tres dimensiones de la sustentabilidad, social, ambiental y económica, tienden a imbuirse y articularse fuertemente entre si en estos planes.

En la provincia de Misiones (Comandante Andresito), se realizó uno de los centros siguiendo un esquema de pabellones encerrando patios, de modo de maximizar la ventilación cruzada y las sombras, que en el clima mesopotámico resulta fundamental para generar confort a través de medios naturales. 
A pesar de la sencillez y bajo costo de la construcción, la escuela dispone de espacios interiores amplios y cómodos conectados por una serie de corredores cubiertos, apropiado al clima lluvioso de la zona, combinado con fachadas en las que prima un ritmo de ventanas, columnas y tratamiento de ladrillo a la vista de los muros exteriores que permite un uso activo de los sectores semi-cubiertos. El aprovechamiento de los distintos niveles topográficos para generar perspectivas diversas vinculadas por explanadas con patios cubiertos y jardines, enriquece la visión del conjunto. El uso de canalones prefabricados como techos y tratamiento de cenefas materializadas con tablas anchas le otorga al conjunto edilicio una fuerte impronta visual que se mimetiza con su entorno rural, proporcionando nuevos significados. Link a video institucional CCRE en Cdte Andresito (Misiones)
El principio de contexto y transición entre lo publico y lo privado se combina con el de eclecticisimo y ritmo, jugando con los espacios corredores abiertos sobre patios que aprovechan los desniveles naturales del terreno para generar áreas de mayor intimidad que favorece la multiplicidad de usos por parte de alumnos, durante el día y actividades de extensión a la comunidad fuera de los horarios escolares. También el principio de flexibilidad y metamorfosis resulta presente en este diseño al haber sido concebido a partir de una piel exterior de ladrillos con cámaras de aires altamente eficiente para conservar el calor durante el día e irradiarlos por la noche, y paneles interiores que pueden desmontarse y adaptarse a la demanda de espacios más amplios para distintos propósitos.

También los usos del edificio fueron pensados para adaptarse a cambios que permitan a partir de una planta básica evolucionar a albergar mayores superficies construidas y agregar nuevos pabellones ocupando superficies de terreno en derredor del proyecto, pensados adrede para guiar el crecimiento a futuro del edificio. La pauta de localismo y desarrollo estuvo especialmente presente en este proyecto ya que su implantación y lineamientos generales respondieron precisamente a la búsqueda de crear espacios aulas con corredores que permitiesen como extensiones naturales de las mismas, generar espacios donde aplicar los conocimientos adquiridos en prácticas que sirvieran al desarrollo de productos y a su exhibición en eventos especiales. Por otro lado, eventos de extensión de la escuela como actividades agrarias y forestales fueron desarrolladas aprovechando la disponibilidad de terrenos y refugios donde sustentar ejercicios de incubación de microemprendimientos y experimentación dirigidos a desarrollar nuevos productos y actividades generadoras de ingresos para los egresados del establecimiento educativo.

Dos centros fueron construidos en la provincia de Neuquén: Andacollo y Aluminé. Ambos centros se insertan en una topografía montañosa de impresionante belleza. Andacollo, ubicada en un valle, reproduce un diseño compacto, en respuesta a la rigurosidad del clima procurando minimizar las pérdidas térmicas, utilizando materiales porosos de la zona que permiten reducir el impacto de la gran amplitud térmica. El uso de piedras para las fundaciones y parte de los muros combinados con revoques, carpinterías de madera y techos metálicos constituyen las respuestas más efectivas a las exigencias de presupuesto y de adaptación al clima. El juego de sombras y de volúmenes que se retraen, presencia de canteros y jardines que responden a diversas texturas generan un ambiente agradable y apto para los estudios y juegos en espacios internos y externos de los alumnos. En tales condiciones climáticas extremas, la adaptación de la arquitectura al clima permite que el edificio funcione con buenos niveles de confort con relativamente bajos consumos energéticos. 

Por otra parte, el emplazamiento del centro en la región responde a una estrategia de acercar servicios básicos a comunidades vulnerables y aisladas que a partir de la educación se ven favorecidas por la introducción de esquemas de generación de empleos locales, producción de energía utilizando el sol y el viento, ademas del plantado de arboles para reducir el riesgo de desertificación y generar microclimas favorables. En ambos edificios el principio de compromiso social y ciclo vital edilicio pueden verificarse a partir del paso del tiempo y el poco deterioro sufrido por las estructuras edilicias erigidas en lugares de tanta rigurosidad climática. Asimismo puede destacarse también el uso de ornamento introduciendo buenas, cenefas y tratamiento de texturas de materiales diversos que refleja un equilibrio armónico entre estructuras industrializadas, absolutamente necesarias para erigir estos edificios en tiempos razonables en lugares tan apartados con mano de obra no calificada, junto con detalles artesanales de terminación, tales como la erección de muros interiores, pisos y cielorrasos utilizando materiales de madera de la zona, que proporcionan la calidez necesaria para que los niños albergados tengan la sensación de hogar con el cual identificarse. 

En estos proyectos, el diseño del mobiliario, camas en cuchetas y mesas de luz integradas fue incorporado al diseño edilicio original con el propósito de hacer uso optimo de espacios de las funciones de residencia y aulas, vinculados a su vez por espacios cerrados intersticiales que sirviesen a propósitos recreativos y de higiene comunitaria.


El centro en Aluminé (hoy Villa Pehuenia), al encontrarse próxima a un lago introduce una variable de diseño fundamental: Las visuales. La planta del edificio ha sido diseñada en forma de “U” con el patio encerrado mirando al lago. El edificio, por razones de dificultad en el transporte de materiales a la zona, fue realizado a partir de una estructura metálica montada totalmente in situ, con dos pabellones extremos, con entrepisos de madera y el pabellón que los une, conteniendo el comedor con un techo más bajo. Link a Centro Comunitario Rural Evangelico en Aluminé

Una vez mas, el uso de la textura de la piedra, la madera y el metal, vuelven a generar en la obra contrapuntos interesantes entre identidades regionales propias de las comunidades originarias combinado con una estructura portante metálica moderna. Una vez más se desprende de esta obra la búsqueda de equilibrar lo industrial con lo artesanal, aludiendo a su vez a simbología e identidad de las culturas andinas, reforzado por el uso de contrastes entre materiales de distintas texturas. Plantean así analogías poderosas con su entorno natural, mimetizándose con las montañas, al reproducir en sus fachadas alusiones a tipos de piedra y su combinación que imitan la composición del suelo de la región y sirven como un medio de enseñar geografía y edafología a través de la composición arquitectónica y paisajística.

En Mendoza (Agua Escondida), la disposición de los pabellones respondieron a la búsqueda de maximizar espacios exteriores protegidos, especialmente de los poderosos vientos predominantes de la región, ayudados además por barreras forestales dispuestas estratégicamente para generar sombras de viento en los espacios exteriores de la escuela. Estos patios se vinculan con los espacios interiores sirviendo como zonas de expansión asignadas para distintos usos escolares y recreativos, sirviendo además al propósito de proteger el crecimiento de distintas especies vegetales generando espacios acotados, agradables para desarrollar actividades al aire libre. También el diseño de la escuela contiene estrategias para captar aguas de lluvias, almacenándolas en pozos y distribuyéndolas en acequias concebidas con un carácter paisajístico y bioambiental. La aridez de la zona resulta desafiada por la escuela a través de la plantación de barreras forestales que generan un micro-clima favorable, que sirve al propósito de contención del viento, proveyendo sombra y humidificando el ambiente. Link a CCRE en Agua Escondida

En Santiago del Estero (Brea Pozo) se adoptó un partido en pabellones encerrando un patio general y una serie de espacios intermedios. Se utilizaron materiales de la zona, ladrillos cocidos trabajados a la vista que le dan un sentido de conjunto muy valioso para reforzar la identidad de la institución educativa. Se utilizaron techos de ladrillos huecos, también producidos en la zona, procurando así reducir las altas temperaturas exteriores creando confort en los interiores con medios naturales. Tal como en los otros casos, la implantación de los centros en regiones con una fuerte impronta de periferia geográfica y social le da a la obra la relevancia de servir como hito referencial y estructurante de una micro-región en donde las falencias parecen superar la disponibilidad de recursos esenciales y estímulos al progreso. 

En ese contexto, la arquitectura juega un papel de dignificación de los usuarios, niños provenientes de familias pobres de la región, que encuentran en la escuela un lugar con profunda simbología con el cual identificarse. La influencia de este edificio en las viviendas, aunque precarias, de familias que se establecieran en sus zonas aledañas y en el pueblo cercado es digna de destacar ya que significó de alguna manera el establecimiento de normas edilicias nunca escritas en un código formal, pero ciertamente imitadas voluntariamente por la escuela por la influencia moral y psicológica que ejerce sobre las comunidades de su entorno. Link a CCRE en Brea Pozo

Estas escuelas, que originariamente se insertaran en regiones remotas, con el tiempo enfrentaron procesos acelerados de urbanización que dieron origen a nuevos pueblos y hasta ciudades que reprodujeron en buena medida los recursos estilísticos y principios de diseño aplicados en las escuelas. La imitación del estilo de las escuelas en las construcciones de la zona constituye quizá, su mejor tributo al aporte arquitectónico de la escuela a la identidad de la región. A su vez, las escuelas jugaron roles muy importantes en la estructuración del desarrollo urbano de estos pueblos incipientes, ayudando a crecer dentro de estándares de construcción y urbanización anclados en la realidad de sus regiones y no en pautas importadas de otros países más industrializados, poco apropiados para resolver cuestiones climáticas y sociales de sus habitantes. Este es un aporte de gran relevancia, considerando que frecuentemente los pueblos en regiones postergadas tienden a crecer sin ningún tipo de regulación, ni estándares, ni previsión de los impactos ambientales de procesos rápidos de urbanización predominantemente con pobladores de escasos recursos. Las escuelas funcionaron además como centros de planificación regional y laboratorios de técnica y tecnología apropiada a sus respectivos contextos socio-geográficos.

La introducción de tecnologías y estrategias de diseño innovadoras es apreciada como una contribución respetuosa al acervo cultural de los habitantes de la zona, contribuyendo al aprendizaje de sus descendientes, no ya como sujetos pasivos a quienes formar en los fundamentos de la sociedad moderna, sino como sujetos activos inmersos en una cultura que se enriquece con el contacto con conocimientos provenientes de otras culturas. De alguna manera, las estrategias arquitectónicas desplegadas en el diseño de las escuelas se enmarcan en esta búsqueda, creando el marco adecuado a partir del cual las construcciones erigidas generaron las condiciones de respeto y multiculturalidad para proveer un repertorio ecléctico de formas, volumetrías, texturas y colores a partir del cual desarrollar nuevas identidades locales y regionales. Esta es una dimensión original de la obra en relación al concepto del desarrollo sustentable.

Por centurias las comunidades originarias vivieron respetando su ambiente no realizando actividades extractivas que produjeran daños irreversibles, y sirviéndose del mismo para sustentar su frugal y sobrio estilo de vida. Pero el conocimiento de nuevas técnicas y conocimientos científicos les aporta claramente un medio para optimizar sus recursos disponibles y cumplir aun más cabalmente con su pauta de vida ancestral. 


En este sentido, los edificios de los centros comunitarios vienen a plantear instancias concretas donde poblaciones en regiones periféricas pueden aprender y experimentar con conocimientos aplicables a sus respectivos medios naturales, y a través de los mismos, alcanzar mayor autonomía y libertad. El dilema a dilucidar es en que medida la introducción de medios tecnológicos más avanzados a los tradicionales, aplicados a la producción masiva no siempre inocua con respecto a su impacto ambiental, lleva asimismo a un cambio en su estilo de vida comunitario, y como dicho cambio puede ocurrir sin llevar necesariamente a la migración a los grandes centros metropolitanos. Estos ejes de reflexión llevaron al arquitecto a replantearse sus postulados urbanísticos respecto a las formas más adecuadas y sustentables de estimular el asentamiento humano, tomando en cuenta sus perspectivas de progreso material, pero sin dejar de ver su universo espiritual, respetando su derecho esencial a elegir la forma de vida que consideren más adecuada y correcta. El dilema entre resultar forzados a optar por estilos de vida que le son ajenos y terminar tradicionales destruyendo sus habilidades para convivir en comunidades y sufrir la pobreza en forma individual o resistir en sus lugares de origen con dignidad preservando sus culturas se ve de alguna manera reflejado en sus búsquedas de recrear con sus diseños estrategias de promoción y estimulo al arraigo acompañando la decisión de las comunidades.

Cada uno de los diseños presentados fueron repitiendo el partido en pabellones, conformando según los casos patios protegidos. En las provincias del Norte, tal como Misiones y Santiago del Estero, se adoptaron pabellones con amplios patios favoreciendo la ventilación cruzada y con galerías cubiertas que permiten la protección solar y circulación cubierta durante las épocas de lluvia. En las provincias patagónicas, donde predominan los vientos predominantes del Oeste, los patios fueron diseñados con dimensiones menores, de modo que los propios pabellones generaran una sombra de viento que aseguran confort en espacios exteriores.

La gran enseñanza que arroja la experiencia de diseño y construcción de los centros comunitarios es rica en diversidad; no obstante, mantienen algunas líneas directrices que reflejan una evolución en su búsqueda proyectual. A diferencia de sus primeras obras, pueden reconocerse en los centros comunitarios proyectados posteriormente la adaptación de los programas de necesidades a los desafíos de cada región, cultura y geografía. Con respecto a las recurrencias, la estrategia de pabellones de aulas y dormitorios alternadamente probó funcionar en forma adecuada a los propósitos de escuela rural, permitiendo su crecimiento según las necesidades, alternando actividades adicionales, granjas y talleres, según las circunstancias y demandas propias de cada lugar. Quizás un rasgo muy fuerte que la experiencia de los centros introdujo fue la celebración de la diversidad, en el sentido que se abandonan algunas de las búsquedas formales como la monumentalidad, la transparencia y la atectonicidad, que habían signado su estilo de arquitectura escolar, mutando a resolver lo esencial de lo habitacional y lo educativo en regiones extremas sin perder el sentido de la identidad y la elegancia, sino que por el contrario, desarrollando casi una estética de la supervivencia. Esta búsqueda de la supervivencia y la superación de la marginalidad social, le aportaría a su obra una voluntad de síntesis y de mimesis con sus respectivos paisajes naturales, que lo ubican como precursor en el diseño bioambiental y paisajístico. En su estilo particular puede reconocerse una preocupación profunda por los medios de optimización de los recursos naturales tales como el asoleamiento, el aprovechamiento de las brisas y la ventilación, la iluminación natural, añadiendo un enfoque distintivamente artístico. más que una preocupación por el “balance energético” es decir la diferencia entre la ganancia y la pérdida de energía, la cual ciertamente se encuentra presente en sus edificios. Puede descubrirse en dichos trabajos una sencillez muy grande en las formas adoptadas, optimas para captar energías naturales y minimizar sus pérdidas, pero al mismo tiempo muy poderosas en termino de adaptación y casi tributo al entorno en el que se insertan.

Una anécdota, muchas veces referida por el arquitecto, es la visita que realizara con Bongarrá a un Cacique de una de las etnias originales en la provincia de Neuquén, para pedirle su opinión respecto al emplazamiento más adecuado para el centro en Aluminé. Murillo había hecho sus cálculos respecto a la ubicación más conveniente, teniendo en cuenta los fuertes vientos predominantes, desplazamiento del sol, etc. Pero el Cacique, con toda diplomacia lo contradijo, señalando que el emplazamiento elegido tendría problemas de alta concentración de nieve por el efecto de remolinos de vientos predominantes, ya que enfrentaba las laderas de las montañas. La observación habría molestado al arquitecto quien meticulosamente habría estudiado la implantación del edificio y había desechado la sugerencia del cacique la cual pensaba que era intuitiva y “primitiva” no suficientemente pensada. Pero la visita al sitio y las explicaciones formuladas lo habrían convencido que tenía razón el cacique y que el consejo oportuno, aunque molestara al principio, ayudaba a prevenir una decisión errónea. Esta anécdota seria muchas veces referida como ejemplo de la sabiduría ancestral de los pueblos originarios, y siguiendo su acertado consejo, dejaría de lado la vanagloria profesionalista de “saberlo todo”, dando lugar a una actitud más humilde, imprescindible para desarrollar la sensibilidad necesaria para entender al paisaje natural y las diversas fuerzas dinámicas que la componen.

Ya una vez construidos los centros comunitarios, interrumpidos por un cambio de politicas del donante, se planteo realizar unidades solo de aulas y administración, de modo que resulten más económicas. El proyecto apela a una síntesis volumétrica y funcional. Un solo pabellón con techo a dos aguas y un volumen de techo plano que corresponde a las funciones de administración con un gran patio de juegos insertado en un predio parquizado fue la respuesta para dicha construcción de estándares y valor mínimo. Este proyecto nunca llegaría a construirse. Link a video homenaje CCRE



El legado de las escuelas rurales volvería a adquirir un significado profundo a partir del planteamiento que realizaría algunas décadas después de planes de desarrollo micro-regional a partir del apoyo a los emprendimientos de los egresados de los centros, en la forma de incubadoras de micro-empresas, un intento de evitar su forzada migración a los grandes centros poblados por falta de oportunidades en sus regiones de origen. Pero esto sería parte del periodo de madurez del arquitecto, cuando desarrollaría sus visiones de progreso a través de ejercicios de planificación regional. Estos planes estarían imbuidos de un enorme idealismo pensando realmente que proveyendo de escuelas y algunas oportunidades de negocio sería suficiente para detener las migraciones de esas zonas a los grandes centros poblados. Las décadas subsiguientes le demostrarían que estaba errado, pero sin embargo, este reconocimiento no impediría que siguiera insistiendo e intentando con una convicción encomiable de trabajar para que no solo sus proyectos arquitectónicos, sino también sus ideas desarrollistas funcionaran y los centros comunitarios se convirtieran en oasis de bienestar, inicialmente y de a poco en faro de progreso para las poblaciones de la zona.

Una de sus obras posteriores, ya de regreso en Buenos Aires, fue el proyecto de universidad en Villa Real. El proyecto vuelve a plantear un prisma montado sobre un volumen horizontal desplazado, la planta baja y un semicírculo ciego que corresponde a la entrada del edificio. 

Paños completamente transparentes se alternan rítmicamente con paños ciegos y un remate representado por una cenefa muy ancha perforada con ventanas cuadradas. Como en otras obras, el uso de los jardines y mástiles con banderas ayuda a realzar el dramatismo del conjunto que apunta a jerarquizar la función de educación a nivel universitario. Esta obra nunca se construiría pero el diseño desarrollado sirve para entender la mirada posterior de Murillo sobre el diseño de edificios educativos de alto nivel y su implantación en la trama urbana que denota una madurez en sus principios de arquitectura. 

Transparencia y atectonicidad son planteados en esta obra con mayor dramatismo para formular un mensaje simbólico de solidez en torno a la educación superior, contextualizado en un barrio donde sus edificios previos, tal como la escuela y la iglesia transparente, ya habían instalado una identidad modernista que aporta un dialogo fluido en la graduación publico-privado.













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