
Pero si Corrientes fue una experiencia que cambiaría su vida y su visión profesional, el traslado a Buenos Aires, dejaría huellas aún más profundas. La oferta no podía ser más tentadora: Proyectar la urbanización de un barrio próximo a la recién construida avenida General Paz, borde que delimita la ciudad de Buenos Aires con su área metropolitana. Buenos Aires crecía a un ritmo febril en aquel otoño de 1953. Todo estaba en construcción en la ciudad capital de Argentina. Proyectar un barrio financiado a través del Banco Hipotecario, dirigido a clases medias era una encomienda profesional que significaba una enorme oportunidad. Ya había incursionado en la provincia de Córdoba construyendo chalets para una clase media que ascendía socialmente, y esta era una oportunidad para consolidar estilos y también explorar en el campo del urbanismo. En ningún momento planteo repetir esquemas ya utilizados, generalmente relacionados con el lenguaje del techo a dos aguas, el uso de la piedra y madera para expresar la calidez del hogar, chimeneas, etc. Si bien todo esto puede encontrarse presente en estas obras, es la introducción de distintas tipologías de viviendas combinadas, reproduciendo un ritmo de gran dinamismo generando un clima urbano barrial de gran identidad, lo que la hace inédita. Claramente esta obra fue diseñada con una mirada integradora de la comodidad domestica con la tranquilidad publica, vinculados por enormes porches semipúblicos, la delicia de los niños que encontraban en tal espacio el lugar ideal para jugar bajo el amparo de la mirada cuidadosa de sus madres. Amplios jardines, veredas con árboles frondosos, bancos y hasta mobiliario urbano en calles y parques, son testimonios elocuentes de la intención del proyecto de generar un espacio público donde los vecinos puedan sentirse cómodos e interactuar fluidamente. El paso del tiempo, desgraciadamente, ha transformado mucho de estos gestos originales en el diseño del barrio en expresiones de degradación: La aparición de rejas y demás medios de control de los espacios para evitar vandalismo, la desaparición del arco de entrada del barrio con el cartel de “Bienvenidos” han opacado en alguna medida la brillantez del estilo de vida, libre y transparente, del que gozaban los habitantes originales. Sin embargo, la singularidad del trazado urbano, alternancia entre tipologías de vivienda y generosidad en los espacios, aun hoy continúa creando un clima urbano de relajación y distinción, que surge del trazado original y diseño de las tipologías adoptadas.
Información sobre Villa MaipuImagen de la Avenida General paz en los ´50s y del arco de entrada del barrio Cabuli en el partido de San Martin.
Se trata en verdad de una obra en la que el conjunto barrial revela identidades propias, generando una “huella” territorial muy característica que se destaca en su entorno. Pero a su vez, las unidades habitacionales con sus características propias mantienen un dialogo armonioso que le proporciona un sentido amplio de vecindad, proximidad, sencillez y concordia.
Desde el trazado urbano hasta el diseño de las viviendas, el “barrio Cabuli” reproduce los ideales más elevados de los movimientos sociales de la época, tales como la “ciudad jardín”. La traza de este diseño puede reconocerse hasta el presente, en el techo uniforme de las viviendas, más de medio siglo después. Se buscaba que cada vivienda dispusiera de lotes con terreno suficiente para gozar de comodidades que la ciudad capital ya comenzaba a retacear en sus barrios más densificados. Un jardín adelante, conformando una cinta verde, un patio atrás, poblados de árboles y separados por angostos muros de cerca, calles amplias donde cada tanto se dejaba una “reserva fiscal”, un espacio verde donde alentar el encuentro entre vecinos.
Foto de chalet en construcción en barrio Cabuli, Provincia de Buenos Aires.



Tanto en lo que respecta al diseño del trazado urbano como el tejido residencial, plantea una relación dialéctica entre sus postulados de arquitectura y urbanismo. Sin duda las reinterpretaciones del modo de vida moderno y el desarrollo de suburbios, alentaron tipologías de vivienda con grandes voladizos, el dialogo entre macizos y ventanales, y el sentido de concebir cada vivienda como piezas dentro de un todo armonioso. Existe en esta obra una búsqueda de trascender lo puramente habitacional, dar respuestas a cuestiones simbólicas del habitar y a la encomienda de crear espacios urbanos significativos con identidad, confort y quietud para sus habitantes. De alguna manera esa clase media aspirante a la que el proyecto se dirigía, empleados públicos y privados, parejas jóvenes y aquellos que podían acceder a un crédito hipotecario, veían plasmado en su barrio sus aspiraciones materiales y espirituales. No solo disponer de vivienda propia sino también de un espacio donde criar sus hijos y albergar actividades diversas, propias de la convivencia y tolerancia entre vecinos diferentes. Esta estética de barrio suburbano bonaerense imprime a la obra un rasgo muy fuerte de identidad que trasciende los anos y vicisitudes sociales y económica de la zona.

Notablemente, aun cuando el paso del tiempo produciría un incremento de población informal en sus inmediaciones, el barrio Cabuli mantuvo su carácter fundacional de crisol de clases sociales que atraídas por la diversidad de sus tipologías y morfologías habitacionales conviven armoniosamente en un mismo espacio sin mayores conflictos. Villa Maipú, el barrio de sus inmediaciones, se caracteriza por ser predominantemente un área de inmigrantes italianos que autoconstruyeran sus fábricas y encima de ellas sus viviendas. En las proximidades de este barrio, los naturales del país, la población del interior se establecería en la forma de villas miserias y asentamientos informales, principalmente en dirección a Villa Zagala. También llegarían a la zona los complejos habitacionales destinados a población erradicada de otras áreas más prestigiosas de la ciudad, como el caso de Retiro. más allá de las diferencias entre personas y épocas, y del hecho que el barrio por las circunstancias explicadas de irrupción de informalidad en su proximidad, implantación de complejos habitacionales e industrialización en la zona, como en gran parte del área metropolitana, a pesar de la devaluación inmobiliaria que ello significara, el barrio ha mantenido su identidad y características particulares, en buena parte por la estrategia de diferenciación en su plan urbano y estilo arquitectónico de sus edificios. Al igual que en Corrientes, las diferencias sociales no desestimularían, sino que, al contrario, estimularía su sentido de aportar soluciones funcionales sustentadas en una fuerte impronta estética que sustenta una suerte de identidad ciudadana suburbana que fomenta un fuerte sentimiento de solidaridad entre vecinos.

Otra característica de esta obra, radica en el fraccionamiento de los terrenos que permitió el aprovechamiento al máximo de los lotes combinando diversas tipologías creando la identidad de “barrio” construido simultáneamente. Aun hoy, las inmobiliarias de la zona reconocen a Cabuli como un barrio que se cotiza en forma particular respecto a los otros sectores. Esta fuerte impronta, en buena medida resultado del sector social que se mudara a vivir a estos edificios, dedicados con esmero a su embellecimiento y mantenimiento, es también resultado del diseño particular de las unidades y de su combinación como conjunto. Tal estrategia proyectual permitió generar ritmos de “vacíos y llenos” por cuadras, recreando situaciones de viviendas tipo chalet, en amplios lotes, como dúplex más pequeños dirigidos a poblaciones de menores ingresos, lo cual constituyo una iniciativa inmobiliaria avanzada con respecto a su época. Asimismo, el uso de la reserva fiscal para construir espacios verdes y servicios sociales como escuelas y pequeños centros de salud para atender a los habitantes del barrio fueron las llaves del éxito inmobiliario.

Los edificios de barrio Cabuli se dividen en tres grandes grupos, los “chalet”, con techos a dos aguas con tejas al estilo californiano; las viviendas de techos planos, con grandes voladizos y cenefas anchas que proyectan enormes sombras, creando un sentido de amplitud, y los dúplex, que aprovechan una fracción de terreno de pequeñas dimensiones (figura 12). En los dos primeros casos, las viviendas se encuentran unidas por una medianera, liberando uno de los laterales del lote para garaje y acceso al patio por un pasillo. En el caso de los dúplex, las unidades de vivienda se encuentran contactadas por ambas medianeras. Estos juegos de articulación entre tipologías diferentes generan espacialidades semi-públicas de gran riqueza espacial que jerarquiza el espacio público. Jardines que avanzan sobre las líneas municipales con veredas angostas pero suficientes para transitar, porches amplios y generosas visuales que se vuelcan sobre el espacio público, constituyen delicados gestos de diseño que los vecinos aprovecharon ciertamente a lo largo del tiempo. Prudentemente los espacios privados se vinculan con estos espacios semipúblicos a través de vestíbulos y áreas de transición que dejan lugar a espacios más privados amplios y luminosos. Los dúplex incorporan el uso de escaleras que conducen a los pisos superiores estructurando una planta resuelta en 60 m2 proporcionando dos y hasta tres dormitorios con baño principal y toilette de servicio en planta baja con gran maestría tanto en lo funcional como en lo estético.

La imagen en construcción de las tipologías de los dúplex remite a una densidad media, elevada para la época en que fueran construidas, pero avanzada en su concepción de desarrollo suburbano dirigido a distintas clases sociales. La posibilidad de acceder a dúplex económicos con frentes individuales que dan a la calle y sin pasillos comunes facilito la inserción de los sectores de menores ingresos en condiciones prácticamente iguales que el resto de los vecinos, evitando de esta manera su segregación socio-territorial y facilito su integración a la trama urbana. Los principios de transparencia, atectonicidad, armonía cromática y de texturas generan una simbología e identidad reconocible para los vecinos del entorno que reconocen en la complementariedad entre tipologías y trazado de manzanas una identidad de conjunto urbano que se extiende a lo largo de varias hectáreas, sin inhibir en lo más mínimo el sentido de la individualidad de cada vivienda. Una vez más, el paso del tiempo no alteraría esta virtud en la apariencia del barrio, pero si reemplazaría la concepción abierta y transparente de los diseños originales por rejas y diversas formas de control y limitación abrupta de la esfera de lo público y lo privado. Pero a pesar de ello, y a pesar de todas las vicisitudes sociales y económicas vividas por el país, el barrio sigue transmitiendo el principio de progreso compartido proyectado.
El diseño de los interiores también remite a esta armonía tan característica en su obra entre el orden clásico y los ideales del modernismo. Hogares realizados en piedra, y grandes ventanales (figura 14) recrean el ideal de la calidez y comodidad hogareña. Al mismo tiempo puede notarse que los espacios interiores fueron concebidos con medidas que, aunque responden prácticamente a los estándares de la vivienda social, el uso de ciertas texturas recrea visualmente la imagen de dimensiones generosas y con detalles que remiten a una exquisitez casi burguesa, pero en un barrio popular. Es que el uso de sus principios de arquitectura, tales como la apelación a recursos como la atectonicidad y calidez de los interiores proporcionan calidad a espacios interiores y exteriores que les proporciona una calidad espacial particular.

Muchas anécdotas se podrían referir a este proyecto en particular, dado que el propio autor adquirió uno de esos chalets para vivir, y como un habitante más del barrio, sus vecinos muchas veces acudirían inoportunamente pidiendo asistencia en cuestiones de mantenimiento edilicio. Con el tiempo, su propia casa se convertiría en una suerte de consultorio para todos aquellos que enfrentaran dilemas respecto a modificaciones o ampliaciones de sus viviendas. Asimismo, el barrio que vio crecer a sus hijos y sus vecinos fueron testigos de sus múltiples proyectos. La proximidad de asentamientos informales sería un imán permanente de atracción para el arquitecto motivado por causas sociales. Frecuentemente acudiría a tales sitios procurando fomentar el diálogo y acuerdo entre vecinos en distintas condiciones habitacionales provenientes de clases sociales contrapuestas. Recurrentemente plantearía que el barrio no se agota en los edificios del barrio Cabuli, sino incluirlo a su entorno urbano. Este ejercicio serviría más adelante para plantear la sustentabilidad urbana comparando el costo y beneficio de construir y vivir en este barrio con un desarrollo con la misma cantidad de habitantes, pero en un medio rural. La comparación serviría para teorizar sobre el futuro de la civilización urbana. Dejamos a esta altura al arquitecto satisfecho con el hallazgo de aplicar sus principios de arquitectura proyectando un barrio en las afueras de Buenos Aires, cómodo, generoso socialmente y con identidad propia. Este logro lo inspiraría para encarar empresas aún más audaces, desde la concepción e implementación de edificios en altura, hasta imaginar nuevas tipologías de desarrollo urbano con un enfoque de desarrollo de regiones postergadas.

La casa de Murillo Luque con su automóvil e hijo Marcelo en el barrio Cabuli.
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