Capitulo 14. El futuro de la civilización urbana
Muchos fueron los proyectos que en la carrera del arquitecto se presentaron en distintos ámbitos sobre temáticas de punta en arquitectura y urbanismo y obtuvieran premios. Estos premios reflejan preocupaciones diversas sobre el futuro de la civilización urbana y la búsqueda de la humanidad por encontrar soluciones a través del diseño y la reflexión desde la arquitectura y el urbanismo.
Un premio particularmente importante pues refleja la reflexión y preocupación de Murillo Luque en torno al devenir de la humanidad fue la propuesta de desarrollar lineamientos para el diseño de una “ciudad post-industrial” convocada por la Asociación Internacional de Arquitectos (IAA en ingles) Link IAA promovida en el contexto del Congreso Hábitat II (1996, Estambul Turquía). La propuesta fue desarrollada con sus dos hijos, Marcelo, médico cardiólogo quien incorporó la mirada de la salud al campo del hábitat y planeación territorial y su hijo menor, Fernando, ya graduado de Arquitecto. Ambos hijos se desempeñaban en instituciones públicas, el Hospital Manuel Belgrano en la Provincia de Buenos Aires, Marcelo, y la Universidad de Buenos Aires, la Facultad de Arquitectura, Diseño y Urbanismo, Fernando. Este aporte interdisciplinario consolidó las ideas paternas en torno al concepto tradicional de desarrollo, reinterpretado ya para principios de los '90s como desarrollo sustentable y prosperidad compartida.
Las bases del concurso planteaban diseñar y planificar una propuesta de una ciudad que respondiese cabalmente a los desafíos del siglo XXI, tanto en termino de racionalización de la energía, como recrear un modo de vida más sustentable que los patrones territoriales creados por el crecimiento urbano, caracterizados por el consumo indiscrimado y destrucción de los recursos naturales vitales como la tierra, el agua, el aire y la energía, resultado de las terribles consecuencias sociales, ambientales y económicas de la industrialización de los siglos XIX y XX.
La propuesta de ciudad post-industrial fue concebida a partir de una investigación realizada sobre “costos de urbanización”, comparando un barrio de la primer corona de la metrópoli de Buenos Aires, Villa Maipú en San Martín, donde realizara previamente el barrio Cabuli, con un asentamiento nuevo en patagonia, en torno al centro comunitario de Aluminé en Neuquén4 que había diseñado y construido. La idea central de la propuesta fue reflexionar en torno a los costos de urbanización con un enfoque holístico: costos de construcción, junto a los costos de operación y las implicancias sociales y ambientales, con un foco particular en torno a las “externalidades” asociadas a la inseguridad, reproducción de asentamientos informales o de emergencia frente a la pobreza estructural de las zonas rurales y sus dificultades para acceder a servicios sociales básicos como la educación y la salud. De hecho, la propuesta surgía en el momento en que la “gran migración” del campo a la ciudad en la Argentina ya se había consolidado hacia mediados de siglo XX y para cuando los centros comunitarios fueron construidos, a principios de los '70s, los sucesivos gobiernos nacionales habían intentado infructuosamente mitigar el efecto del desarraigo de poblaciones rurales viviendo precariamente en las grandes metrópolis, especialmente Buenos Aires. De hecho, la idea misma de los centros rurales contenía una propuesta para facilitar la educación en áreas de frontera como elemento clave para generar empresas y emprendimientos productivos en dichas áreas tan ricas de recursos naturales y paisajes naturales, pero tan carente de oportunidades de progreso.
El planteo de la propuesta se fundamentó en el análisis costo-beneficio de adquirir suelo rural en las proximidades de los centros comunitarios y proveer infraestructuras básicas para urbanizarlos, alojando poblaciones de escasos recursos comparado al costo de producir vivienda asequible para sectores populares en el área metropolitana de Buenos Aires. Se buscó demostrar así que el costo inicial de urbanizar un asentamiento nuevo en un área rural, si bien es más alto, tiende a ser inferior una vez transcurridos los primeros cinco años de vida del proyecto, básicamente por ahorros en los costos de los servicios públicos y energía, pero también en termino de confort y creación de oportunidades de prosperidad compartida para sus habitantes. La clave para que ello ocurra radica precisamente en el termino “compartido” ya que plantea un sistema de otorgamiento de tierras comunitarias, el capital social del proyecto de urbanización que, transcurrido el tiempo y ante el uso de las parcelas paulatinamente pasaban a ser propiedad de sus ocupantes, simulando lo que ocurre en la producción de hábitat popular pero partiendo de una organización social que define las pautas y patrón de uso imprimiéndole una racionalidad de prosperidad fundamentada a partir de la inclusión social, demostrando el beneficio del trabajo comunitario para prevenir toda forma de pobreza y el respeto por el medio ambiente, incluyendo medidas muy concretas de protección y promoción del ambiente, plantado de árboles, educación ambiental, reciclaje de residuos y utilización de toda fuente de energía. La propuesta partía del fundamento de los centros comunitarios rurales inspirados en principios cristianos que lejos de pretender imponer un reglamento institucional eclesiástico creía en la libertad de los individuos para asociarse, independientemente de su condición social, raza o inclusive credo, para convivir en armonía respetándose y buscando vivir vidas ejemplares en su medio natural. Tampoco se planteaba como una alternativa utópica o revolucionaria, de hecho apelaba a los múltiples ejemplos históricos de grupos que por diversas razones decidieran crear colonias, nuevas ciudades y pueblos con el propósito de llevar progreso a zonas con rezago y abrir una puerta diferente de vida para poblaciones agobiadas en las grandes metrópolis, viviendo en condiciones infrahumanas que deseen retornar al terruño que abandonaran por motivos económicos. El plan alude a la filosofía del “Buen Vivir” que caracteriza a los pueblos de América en los que se intenta agregar medidas concretas que aseguren medios para materializar la prosperidad compartida a través de la educación sirviendo los centros comunitarios rurales de nodos de tales procesos.
El ordenamiento de este crecimiento estaba dado por un sistema de planeamiento basado en células que crecían reguladas por códigos que progresivamente se iban densificando (figura 77) a partir de una lógica de oferta y demanda de suelo regulado por la institución impulsora del plan de urbanización, coordinada con la provisión de diversos servicios y generación de actividades económicas de servicios complementarias del desarrollo urbano. El diseño de estas unidades urbanas se relacionan por un sistema de transporte publico que vincula las distintas unidades entre si y con otras localidades próximas, en un intento de crear espacios urbanizados con densidades que permiten financiar infraestructuras y servicios básicos, como escuelas y hospitales, agua corriente y saneamiento.
Comparando las condiciones de vida en el caso de estudio metropolitano y sus evidentes ventajas en términos de economía de aglomeración, con la propuesta de “urbanización controlada” en Aluminé, trabajaba el estado de marginación social que la región sufría (y continua sufriendo actualmente), demuestra que resulta más sustentable invertir en el desarrollo de una “urbanización controlada” en Patagonia como modelo para otras regiones marginales del país, que continuar expandiendo la metrópoli de Buenos Aires. Esta hipótesis que la propuesta desarrollaba en el concurso se vio corroborada con el movimiento poblacional de las décadas siguientes, en la que Aluminé y Villa Pehuenia experimentaron un fuerte proceso de urbanización a partir de población emigrada de Buenos Aires. Pero dicha población tiende a responder a sectores sociales de alto poder adquisitivo, lo cual se contrapone a la idea de radicación de la población vulnerable local y atracción de sectores populares metropolitanos que la propuesta del concurso contenía, facilitado por el rol del centro comunitario formando y apoyando familias vulnerables para progresar arraigándose así en la región.
El alto contenido simbólico del trazado urbano, con un punto radial donde se encuentran los edificios públicos más relevantes como escuelas, centros de salud y centros de administración y comerciales, del cual parten las calles interceptadas por círculos concéntricos, vuelve a rememorar la fuerte vocación monumentalista del arquitecto, ahora volcada en un trazado urbano. Un boulevard central concentra funciones de recreación, mientras que en los bordes, próximos a las grandes avenidas, se ubican los edificios de, la pandemia vivida en el 2020 invita a reflexionar sobre la validez de estos planteos que oportunamente buscaban crear ofertas de urbanización en zonas marginales de la argentina, incentivando el desarrollo de procesos de prosperidad compartida a partir de la triada vivienda, empleo y salud, como medio de incentivas la radicación de comunidades mayor densidad, viviendas ensambladas entre si, frente a pabellones de departamentos de hasta tres pisos que representan la solución habitacional de menores costos, para albergar las poblaciones trabajadoras del asentamiento.
Este proyecto estaba concebido para disponer de un medio de transporte masivo, un funicular que funcionaba a energía eólica que vincula al conjunto de la ciudad y asentamientos de la región, circulando por las plantas bajas de los edificios de alta densidad.
A su vez, estos edificios de alta densidad se vinculan con desarrollos urbanos de densidad media y baja que marcan un gradiente de mayor a menor intensidad directamente relacionado con el acceso al transporte publico. En todo momento el proyecto apela a proveer de recursos adaptados al clima, tal como galerías cubiertas y puentes para cruzar las principales avenidas que protejan a la población de la rigurosidad del clima. El conjunto edilicio esta pensado para servir de soporte a medios de generación de energía, tal como los colectores solares y aerogeneradores, los cuales se insertan siguiendo un criterio estético y simbólico. Hay detrás del planteo urbanístico una vocación de recrear los órdenes clásicos en una arquitectura que respondiendo a un sistema de jerarquías urbanas estructuren la ciudad por densidades y usos de suelo mixto, con una morfología urbana fuertemente relacionada con una ciudad pensada a partir de barrios proyectados para distintos grupos etarios. Por una parte, las altas densidades con departamentos para familias jóvenes sin hijos, barrios de densidades más bajas para familias extendidas y entorno peri-urbanos casi rurales para familias dedicadas a las actividades agro-industriales. En este planteo prima la búsqueda de ordenamiento socio-territorial como medio de lograr diversidad social, cultural y productiva.
La estrategia desplegada para implementar este ambicioso proyecto tiene mucho que ver con la vida del arquitecto. La idea central propuesta era que estos asentamientos se originaban a partir de un centro comunitario, tomando como base los cinco por entonces ya construidos, proporcionando la infraestructura física y educacional para formar los recursos humanos necesarios para iniciar actividades productivas de los habitantes pioneros de las nuevas urbanizaciones. Tales centro comunitarios-escuelas, como fuera explicado en capítulos anteriores, fueron construidos con la idea de revertir la situación de marginalidad en la que viven los habitantes de esas regiones, y este proyecto procuraba ampliar esta misión de incubación de nuevos asentamientos humanos, con oportunidades de empleo y servicios sociales, de modo que tales poblaciones ya no tuvieran que migrar a las grandes metrópolis retroalimentando el problema de la marginalidad y la pobreza por falta de acceso al hábitat, la educación y las oportunidades laborales. Pero un segundo factor, muchas veces no considerado suficientemente en los planes, fue incorporado como otro pilar estructurador de la propuesta: La salud. Generalmente se asume que blaciones marginales solo a través de programas de empleo o de educación se insertaran en los mercados e iniciaran procesos virtuosos del tan mentado “desarrollo”. Pero la realidad es que generalmente tales poblaciones enfrentan cuadros agudos de enfermedades que de no tratarse adecuadamente, conducen a planes fallidos. En la propuesta se plantea espacios para la salud, no solo centros de atención medica sino también prevención de enfermedades típicas de la región, generalmente asociadas a la pobreza y falta de educación así como la creación de estilos de vida que incluyan actividades deportiva, recreativas y espirituales que coadyuven a la prevención y atención de la salud en forma integral. Por ejemplo, el plan aboga por eliminar toda forma de eliminación de la congestión del tránsito, por considerar que esto es un factor que atenta contra la salud; como asimismo establece medidas para regular los decibeles máximos de ruidos admisibles en cada tipo de barrio, entendiendo que estos factores hacen a la calidad de vida de sus habitantes. También el planteo incluye elementos visuales, simbólicos y estéticos dirigidos a inculcar en la población residente valores como la solidaridad y la fraternidad para alcanzar ciertos valores de salud pública establecidos como metas urbanísticas a alcanzar.
El tercer pilar es la vivienda social, entendiendo la misma como un derecho de todos los habitantes de estos asentamientos, producida sistemática en función de la lógica de densificación y vinculación con otros asentamientos a través de transporte publico, procurando evitar la ocupación del territorio rural circundante, que pasaba a pertenecer a la comunidad y no podía subdividirse ni ocuparse. Esta vuelta a lo natural, urbanizando regiones periféricas, a partir de una estrategia planificada sustentada en los pilares de la educación, la salud y la vivienda integra por una parte, la preocupación por llevar mejoras a zonas postergadas, como por otra parte, una búsqueda de recuperar la sabiduría de las comunidades originarias, recreando una cultura y modo de vida que se aparte de los postulados de explotación infinita de los recursos naturales promoviendo una relación más armoniosa con el medio natural. Una figura emblemática de este concurso, la micro-granja (figura 80) es un intento de conciliar las ventajas de la vida urbana, con las virtudes de la rural, aprovechando recursos tecnológicos disponibles, de una manera que permita un desarrollo comunitario fundado en principios de sustentabilidad ambiental.
El diseño de las unidades de viviendas fueron concebidas a partir de principios bioclimáticos: Todas las aberturas están orientadas al norte, la dirección de mayor captación de energía solar, y la composición de conjunto funciona como volumetría de protección de los edificios vecinos de las ráfagas predominantes de viento
Una propuesta posterior versando sobre la misma temática planteo el desarrollo de un complejo de viviendas diseñadas con tecnología de última generación para autoabastecerse energéticamente, junto al lago Aluminé en Villa Pehuenia.
La propuesta fue integrar demandas de negocios en eco-turismo con las necesidades de la comunidad local, de mayoría Mapuche, de modo de proveer recursos necesarios para su subsistencia en un marco de preservación de su acervo cultural.
Las viviendas presentan un techo abovedado, adaptado a los fuertes vientos en la zona, contando cada unidad con un aerogenerador individual, proveedor de la electricidad necesaria, colectores de energía solar y reciclado de agua meteórica. Aunque nunca se llego a construir, la propuesta de concurso aportó importantes innovaciones en termino de diseño de arquitectura que incorporando la cuestión bioambiental como temática central, generó una estética urbana y regional propia y le dio a partir de todo ello un contenido trascendental. Los principios de su arquitectura se trasladan en estas obras al campo del urbanismo y el desarrollo regional, potenciándolos.
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